04 marzo 2007

Guardiamarina Zañartu...

"Hay que ser hombre hasta el último"...

Ayer 3 de marzo fue el 86° aniversario del accidente que cobró las vidas del guardiamarina Guillermo Zañartu y del teniente de Ejército Marcial Espejo, uno de los desastres de aviación más impactantes de su época. El hecho ocurrió en las inmediaciones de El Bosque en 1921, cuando Zañartu, a modo de despedida de su exitosa asignación a la Escuela de Aeronáutica Militar, se elevó en el de Havilland D.H.9 número D1308 para efectuar el que sería su último vuelo antes de comenzar a ejercer sus nuevas habilidades en la base de hidroaviones en Las Torpederas.

Resumidamente, la investigación oficial indicó que el avión despegó a las 11:30 horas, maniobró en el aire sin tener velocidad suficiente, cayó en spin y se estrelló en la chacra de Emilio Bello Codesido, reventándole el estanque de combustible e incendiándose con sus tripulantes aún en el interior. Espejo quedó aturdido por el choque y Zañartu logró salir, aunque volvió decididamente al biplano para tratar de sacar a su colega. El esfuerzo del guardiamarina piloto no sólo resultó infructuoso -pues Espejo se carbonizó- sino que le causó tal grado de quemaduras que su terrible agonía duró por otros cinco días, falleciendo finalmente en Santiago.

Los diarios de la época y los historiadores Enrique Flores (por la FACh), Rodrigo Fuenzalida Bade y Carlos Tromben (ambos por la Armada, separadamente) dedicaron amplias páginas para describir los sufrimientos de Zañartu durante sus últimos días, desde cuya gravedad el hombre tuvo fuerzas para pronunciar las notables palabras que encabezan esta nota, destacándose hasta el final "su calma extraordinaria y fuerza moral". Flores, a quien pertenece la frase entrecomillada anterior, es particularmente pródigo en referirse a las consecuencias de todo orden que este accidente trajo, por lo que la lectura de su trabajo es recomendable ("Historia de la Aviación en Chile", Volumen II, 1934, pp.30 a 42).

La figura viril de Zañartu fue recordada poco después dándole su nombre a un bote volador Felixtowe F2A de la Armada, y más tarde bautizando en su honor a la Estación Aeronaval en Puerto Williams. Finalmente, vale la pena señalar que Zañartu no fue el primer mártir de la aviación naval, como ha sido afirmado en algún artículo sobre el tema que está en la web: lo precedieron el teniente 1° Pedro Luco Christie (18 de octubre de 1916, en Sánchez Besa de 80 hp) y el guardiamarina Julio Villagrán Cádiz (24 de agosto de 1920, en Sopwith Baby). Respecto del caso de Villagrán, curiosamente los tres historiadores mencionados más atrás dan fechas distintas para el mismo accidente, y es el propio naval Tromben quien en distintas páginas de su libro (47 y 66) no consigue ser preciso.