12 septiembre 2010

"Honores para Sánchez Besa..."

Al César lo que del César y adiós al Séptimo de Línea

Nuevamente, los "inspirados de turno" –esta vez una pareja de documentalistas– proponen cambiarle el nombre al aeropuerto de Santiago. Por lo menos así se desprende de la crónica de El Mercurio de hoy 12 de septiembre, diario que trae una nota acerca de la importancia de José Luis Sánchez Besa, constructor aeronáutico chileno destacado en la Francia de principios del siglo pasado. Según los documentalistas Iván Godoy y Yanko Rosenmann –quienes pretenden exhibir su trabajo dentro de un par de semanas–, "en Chile no existe ninguna plaza o calle con el nombre de Sánchez Besa... El aeropuerto debería tomar el nombre de este pionero, lejos el aviador más importante que ha tenido el país... Esto no es un acto voluntarioso, sino uno que surge tras años de investigación...".

A ver. Podría decir que la primera impresión que tengo luego de leer a estos señores es de sorpresa. Pero no. En realidad pienso que, al igual como ha ocurrido otras veces en el mismo tema de querer cambiarle el nombre al aeropuerto, quienes con una candidez notable creen estar haciendo una propuesta de justicia al pretender rebautizar al par de pistas que tenemos en Pudahuel luego de haber descubierto a algún personaje notable de nuestra historia, en realidad incurren en un entusiasmo desmesurado e injustificado, propio de quienes desde la ignorancia más absoluta aterrizan de golpe y porrazo en un tema vistoso –el aeronáutico–, y que –de paso– no tienen más méritos conocidos en estas materias que los derivados de su trabajo más reciente, esto es un documental que nadie todavía ha visto. O sea, una patudez digna de mejor causa.

Primero, que estos señores, a propósito de su trabajo, mucho hayan aprendido a querer y admirar las cualidades de Sánchez Besa, no por eso adquieren mérito suficiente para desconocer –como lo hacen– los blasones de otros tantos sujetos, civiles y militares, que en la mayoría de los casos se descrestaron por imaginar, fundar y desarrollar a la aeronáutica nacional: sus nombres son muchos y yo no voy a entrar a detallarlos aquí. Así como tampoco voy a explayarme sobre los méritos del ciudadano Arturo Merino Benítez, un connotado militar y aviador de su época, el que por algo es conocido como el fundador de varios “asuntos aeronáuticos” durante el tiempo que Dios le dio en esta tierra. Como dice el título de una serie de televisión que acaba de terminar, “algo habrá hecho por la historia de este país” el señor AMB como para que su nombre haya sido dado a nuestro principal terminal aéreo. Buena cosa sería que los señores Godoy y Rosenmann dedicaran un tiempo a instruirse acerca de esto también, que de seguro se llevarán una sorpresa.

Por otro lado, ellos sostienen que “no hay calle o plaza alguna bautizada en honor a Sánchez Besa”. Por mi parte, entiendo que una de las avenidas del mismo aeropuerto AMB tiene efectivamente el nombre del chileno, por lo que dicho argumento ya es una falsedad en sí mismo. Y nuevamente revela desconocimiento. ¿Que se podría aumentar la entidad del homenaje al constructor chileno?: claro, por qué no. Si no es ese el punto. Pero desvestir a un santo para vestir a otro –una costumbre tan nuestra, por lo demás– no es la solución adecuada.

¿Fue Sánchez Besa el aviador más importante que ha tenido Chile, como “por lejos” lo sitúan los señores Godoy y Rosenmann? Ellos, luego de su profundo trabajo, opinan que sí. Yo creo que el tema es opinable, aunque cualquier comparación debería hacerse no por ranking de popularidad, como se acostumbra a hacer las cosas de este tipo en Chile (claro, apelando a la sabiduría y profundo compromiso con la historia de nuestra tan reconocidamente ilustrada, estudiosa y lectora actual población nacional), sino sobre bases objetivas, las que no existen en este caso. Por lo demás, un mínimo conocimiento de temas de aviación debería darle a los aludidos documentalistas la perspectiva suficiente como para darse cuenta de que si de “constructores aeronáuticos” se trata, en la aviación nacional los ha habido algunos de “aviones” y otros de “instituciones”. Es decir, unos se dedicaron a dar forma a aparatos voladores que naturalmente se quedaron atrás junto a la propia historia de su tiempo, y otros se lanzaron en la aventura algo más arriesgada de crear entidades que aún hoy existen como obras vivas , de dilatada trayectoria histórica y, además, enteramente vigentes. Y eso que yo no soy un admirador a fardo cerrado de lo que hizo el señor Merino Benítez, pero al César lo que es de él. Por lo mismo, comparar a Sánchez Besa con Merino Benítez (y Godoy y Rosenmann lo hacen) es similar a querer medir peras con manzanas y eso, en el fondo, es de una ignorancia delatora.

Es que suele suceder que de tiempo en tiempo tenemos que presenciar a algunos iluminados que desean obtener algo de protagonismo. Ayer fueron diversos políticos o alguna desconocida sociedad de escritores; hoy es una pareja de videístas. Claro, es cierto, en el pedir no hay engaño y cada cual puede opinar lo que se le venga en gana, pero no quieran hacernos comulgar con ruedas de carreta, ni vengan a decirnos que han descubierto la conveniencia de la rueda cuadrada y que, además, el Presidente de la República debe enterarse convenientemente de aquello. Señores: un poquito menos de demagogia y/o entusiasmo irreflexivo y un poquito más de lectura y respeto, por favor.