12 abril 2009

Recordando a Acevedo

Un soñador y dos Blériot
Estamos ya en fecha de recordar el 96º aniversario del trágico fallecimiento de quien fuera destacado pionero de la aviación civil chilena, don Luis Alberto Acevedo Acevedo. El hecho se produjo en la zona de San Pedro, Concepción, el 13 de abril de 1913, mientras el piloto intentaba realizar el raid nacional más extenso de esa época, entre la capital penquista y Santiago.

El aviador Acevedo y su primer Blériot XI, apodado por él como El Manco.
Luego de que el 21 de agosto de 1910 en el sur oriente de Santiago se produjera el primer vuelo de un aeroplano en cielo chileno, varios fueron los hombres que decidieron ingresar a este nuevo mundo de aventureros montados en frágiles maquinas voladoras. Acevedo no sólo fue uno de ellos, sino que tuvo el honor de ser el primer civil nacional en hacerlo.

Acevedo en una caricatura de la época.
Aprovechemos de darle un vistazo a los aspectos más destacables de la vida de este chileno, para lo cual bucearemos por algo de información en la obra de Enrique Flores Álvarez, en el Diccionario Biográfico de Chile, la prensa de la época, y en algunos de mis propios apuntes de investigación. ¿Objetivo?: Aprovechar la alta sintonía de El Observador Aeronáutico para rendir una suerte de pequeño reconocimiento a un chileno notable, al estilo de lo que hacía la antigua prensa nacional en un tiempo en que la aviación estaba en pañales y todos querían participar o ser testigos de sus avances y beneficios. Además, es muy probable que el hecho mismo que recordamos ahora ya haya pasado al total olvido, así es que qué mejor que dedicarle unas modestas líneas.

Acevedo ciclista, segundo de izquierda a derecha.
Acevedo había nacido en Santiago el 23 de septiembre de 1885. En su juventud participó activamente en el club ciclista Estrella de Chile y en 1911 se trasladó a París para inscribirse en uno de los cursos de vuelo impartidos en la Escuela Blériot. Como no contara con sólidos recursos económicos, su presencia en Europa se le hizo extremadamente onerosa. Ante esa situación crítica, recibió la ayuda desde Chile de la gestión de quien también pronto se alzaría como otro de los prohombres de la aviación nacional, y en ese momento también un entusiasta ciclista, Clodomiro Figueroa Ponce. Luego de que Figueroa generalmente fracasara en conseguir auspicios en Santiago para sostener a su amigo Acevedo, decidió constituir con un familiar pudiente una empresa destinada a financiar los gastos del aprendiz de piloto y con miras a sacar partido comercial de las aptitudes ganadas por el mismo una vez producida su vuelta a Chile. Este fue el nacimiento de la Sociedad Chilena de Aviación Acevedo y Cía.

El Brevet Nº 740 de la Federación Aeronáutica Internacional: Acevedo aviador.
Solucionada de esta forma la estadía de Acevedo en París, y continuados sin más tropiezos sus estudios y prácticas en el instituto formador del vencedor del Canal de la Mancha, nuestro hombre prepara su regreso a la patria en 1912 no sin antes haber adquirido un monoplano Blériot XI dotado de un motor Gnome de 50 hp, avioncito de maderas, telas y algo de fierro, que serviría para dar efectividad al giro de la sociedad aeronáutica formada con sus amigos chilenos. Es el 7 de marzo de ese año, entonces, que el espigado Acevedo llega a Santiago, con el avión y con su mecánico, el francés Pierre Coemme.

Acevedo y su mecánico francés Pierre Coemme.
Como en esos tiempos no era cosa de montar una empresa aérea y comenzar a mover gente o correspondencia como si fuera lo más normal, la Sociedad debió aplicarse a fondo para tratar de generar plata –la que ya habían gastado en ingentes sumas– a través de una serie de vuelos de demostración destinados a estimular la generosidad de los capitalinos. Para lo mismo, nuestros aventureros amigos decidieron instalar sus bártulos en el Parque Cousiño, donde en poco tiempo armaron el aparato y estuvieron listos para dar comienzo a las volaciones con que esperaban conseguir el óbolo de los cientos de interesados que se habían dejado ver en el mismo lugar a la espera de conocer algo más de la novedad que estaba por irse al aire.

17 de abril de 1912: Acevedo, Coemme y El Manco, momentos antes del despegue en el Parque Cousiño, en demostración a la prensa y días antes del planeado vuelo oficial con público.
El día finalmente llegó: 17 de abril de 1912. El diario El Mercurio del 18 de abril nos cuenta parte de la acontecida historia: al despegar, y cuando el avión iba a unos 10 metros de altura y enfrentaba unos árboles, una maniobra brusca de Acevedo hace que el avión caiga sobre su ala izquierda y resulte seriamente dañado al estrellarse contra el tierral. Si bien era un vuelo demostrativo para la prensa (pues el oficial para el público se haría el 21 de abril siguiente), la conmoción del choque se hizo sentir más en la Sociedad habida con sus colegas que sobre la humanidad propia del zamarreado Acevedo. El asunto es que los socios Figueroa y Fernández se enfurecieron y –no sólo desilusionados, sino que tremendamente ahorquillados por las cuantiosas deudas a esa fecha– le pidieron a Acevedo que se mandara a cambiar de la empresa. En el suelo quedaba el Blériot, destrozados su ala izquierda, dos cilindros, el fuselaje delantero y el tren de aterrizaje; el motor resultó tan afectado que debería ser enviado a Francia para reparaciones.

Accidente del 17 de abril de 1912:
el Blériot XI estrellado luego de apenas despegar.

La solución que se le ocurrió a Acevedo, entonces, fue adquirir el histórico aeroplano Voisin que había ocupado Copetta en el primer vuelo en Chile el 21 de agosto de 1910, sacarle su motor Gnome de 50 hp e instalárselo al Blériot. El hecho es que sus socios aceptaron de mala gana y volvieron a invertir dinero en esa adquisición, contratando los servicios e instalaciones del propio Copetta y su reconocido taller para hacer los arreglos totales. Luego, se hicieron algunos exitosos vuelos de prueba en Batuco, cumpliéndose el sábado 11 de mayo de 1912 en el Club Hípico el esperado primer vuelo ante público que había debido ser postergado por el accidente mencionado antes. Sin embargo, el buque ya estaba destinado a hundirse… Veamos qué pasó.

Ya recuperado de su accidente en el Parque Cousiño, Acevedo y El Manco (con hélice nueva) se preparan para su vuelo debut ante el público del Club Hípico, el sábado 11 de mayo de 1912.
Pronto continuaron los vuelos de demostrativos de Acevedo con el Blériot ya reparado, sin accidentes esta vez pero sí con múltiples inconvenientes de clima o de fallas de motor, ganando nuestro protagonista amplia figuración en la prensa de la época y cierto reconocimiento y cariño popular, afecto que sería un importante activo en su momento, como veremos. Sin embargo, las deudas siguieron golpeando a la empresa y el desencanto fue cundiendo entre los tres socios. Claro, el escaso dinero recolectado, los cuantiosos gastos de producción de los varios eventos demostrativos que se hicieron, y el interés del propio Figueroa en ir a Francia a obtener su propio brevet de aviador, hicieron que al poco andar la empresa estuviera en la ruina misma.

Hermosa fotografía que describe muy bien el primer vuelo de Acevedo
sobre el puerto de Valparaíso, junio de 1912: la campaña de volaciones en plena marcha.

Para más remate, el famoso Blériot XI –que a esas alturas era apodado El Manco por Acevedo– no pasó de 1912. En julio de este año, trasladado al norte del país para hacer demostraciones, sufrió en Antofagasta un grave capotaje al aterrizar y trabarse las ruedas del tren, arrastrando arena y dándose vuelta totalmente, saliendo ileso el piloto. Sin embargo la mala nueva, el avión fue reparado en esa ciudad y a los pocos días estaba ya en condiciones de volar.

El fin de El Manco: accidente del 24 de noviembre de 1912.
No obstante, retornado ya desde la gira al norte del país, El Manco encontró su destino el 24 de noviembre del mismo año, al resultar totalmente destruido en el Hipódromo Chile mientras hacía una de sus habituales demostraciones. Se dice que al tratar de elevarse, el fuerte viento hizo estrellar su timón contra una empalizada y luego, ya completamente descontrolado, contra el suelo. El hecho es que el Blériot terminó irreparable y Acevedo ileso.

Coemme, Acevedo y el segundo Blériot, momentos antes de hacerse al aire
en el vuelo que terminaría en tragedia.

Una vez disuelta la Sociedad Chilena de Aviación Acevedo y Cía., el afecto popular al que aludí antes hizo el milagro de que la gente, la masa, el pueblo, decidiera favorecer al golpeado Acevedo, y le regalara un nuevo avión. Este notable hecho se logró gracias a una suscripción popular auspiciada por los diarios El Mercurio y La Unión, ambos de Valparaíso. El aparato, un Blériot XI que había quedado abandonado en la aduana del puerto –se dice– por parte de unos empresarios franceses que lo trajeron al país para demostraciones, pero que nunca llegaron a Chile, sería el avión en que Acevedo hallaría la muerte poco después, mientras continuaba dándose el gusto de gastar sus escasos recursos en practicar volaciones varias.

El 22 de marzo de 1913, mientras desarrollaba una prueba preliminar Concepción-Talca, Acevedo y su nuevo Blériot batieron el récord latinoamericano de altura y velocidad al ascender a 3.180 metros y lograr un promedio de 170 kilómetros por hora. Sin embargo, al aterrizar, el fuselaje de su frágil monoplano se quebró en dos partes, aunque fue prontamente reparado. Preparando la que sería su más audaz empresa de ese período –el largo cruce desde Concepción hasta Santiago–, durante ese mismo proceso de reparación el aeroplano fue dotado de algunos bidones de combustible adicional.

13 de abril de 1913: recuperando desde el agua los restos del
segundo y último Blériot XI de Acevedo.

El fin de la historia para Luis Alberto Acevedo Acevedo llegó, sin embargo, mientras trataba de hacer el raid mencionado. El 13 de abril de 1913, a poco de despegar y frente al numeroso público presente, se estrelló en las aguas del río Bío Bío, frente a Concepción. Aparentemente, habían quedado mal estibados los dos estanques de combustible y aceite suplementario que instaló en la cabina. De esta forma, además de ser el primer aviador civil chileno, Acevedo logró convertirse en el primer aviador civil chileno muerto en acción. A estas alturas de la historia, Figueroa ya había llegado a Chile con su brevet de aviador en el bolsillo y también experimentado su primer aparatoso accidente, al estrellarse de nariz y en picada contra la casa de calle Ejército Nº 678 en Santiago, mientras volaba su propio Blériot XI llamado Caupolicán, hecho ocurrido poco antes de la caída de Acevedo, el 23 de febrero de 1913.

Portada de la revista Zig Zag: gran cobertura para expresar
el luto nacional por la muerte del aviador.

Como suele ocurrir en nuestro país, los funerales de Acevedo fueron apoteósicos y muy discurseados. Sin embargo, los tiempos estaban para otra cosa y el hombre pronto cayó en el olvido. Como un reconocimiento a la madre que, aparte de darle la vida en 1855, le financió su estadía en Francia para ir a buscar la experiencia necesaria para alcanzar finalmente la muerte a sus escasos 28 años, la señora fue homenajeada en 1942 por el Club Aéreo de Concepción, misma entidad que poco antes había decidido dar el nombre de Acevedo a un Curtiss Travel Air 12-W que fue de su inventario.

De capitán a paje: masivos funerales de L. A. Acevedo en Santiago.